Autor: Antonio Llanillo
Publicado: Mayo 1997
Envía: Begoña Manso
Recibido: 21/04/2012
Dedicatoria: A Begoña, flor y estrella en San Miguel de Pedroso.
Queridos hermanos todos,
bienvenidos a la Iglesia.
Hoy San Miguel de Pedroso
está repicando a fiesta.
Al pie de cerro Moncastro
los regatos de las huertas
alegran a los frutales
con su canción de agua fresca;
del Urbión en Santa Cruz
el Tirón desde Fresneda
el Puras, el Valjubí
el agua canta y alegra,
hace verdecer los campos,
hace fecunda la vega.
En un rincón de este templo
hay una pila de piedra
donde un día, muy niños,
os bautizaron en ella.
Es el agua del Bautismo
manantial de vida eterna
que da brillo a nuestras almas
y sentido a la existencia.
Aquí nacimos a Cristo,
su gracia el alma nos riega
como a los antepasados
desde muy remotas fechas.
Aún antes de que Castilla
por estos lares naciera
en San Miguel de Pedroso
existen noticias ciertas
de sus gentes religiosas,
vida, costumbres y gestas,
que en el libro de la historia
dejaron hermosa huella.
Con grandes letras de oro,
en la página más bella,
hace ¡mil doscientos años!,
por mandato del rey Fruela,
aparece en San Miguel
como un vergel de azucenas
un monasterio de monjas,
(el primero en nuestra tierra)
veintiseis flores fragantes,
Nonnabella de abadesa,
la belleza y la virtud
en la Casa de las Celdas.
El obispo Valentín
preside la gran promesa
de entregarse ya por vida
guardando la santa regla.
Son María, Amuña, Munia,
con Eilo, Donna, Ximena,
Umma, Muñoza y Urbana,
Aldura, Ginta, Scenema,
Sancha, María, Anderazo,
Muniata, Susana, Aurea,
Clara, Muniadona, Toda,
Anderquina, Laina, Eugenia,
con Gometisa y Urraca
forman el broche de perlas,
las corrientes del Tirón
se llenaron de cadencias,
y tal vez con el molino
empezó a soñar la rueda.
Durante trescientos años
las monjas son pioneras,
el trabajo y la oración
las herramientas que pueblan
riberas en el Tirón
y las faldas de la sierra.
En San Miguel de Pedroso
Castilla su gloria empieza,
el Conde Fernán González
hará muy ricas ofrendas
que el monasterio reparte
a los que a sus puertas llegan...
San Millán de la Cogolla
toma después su tutela.
De San Millán el tesoro
más sublime de la lengua
castellana que aquí nace
con las palabras más bellas.
Lengua que va haciendo España,
cruza mares y fronteras,
hoy cuatrocientos millones
hablan con su son y rezan
compartiendo nuestra fe
en la cruz de Cristo puesta.
San Millán y San Miguel
ocho siglos de grandeza,
San Miguel y San Millán
¡qué fecunda convivencia!
Con el paso de los siglos
el tiempo pesa en la piedra,
las obras se desmoronan,
crece el olvido y la hiedra;
¿dónde Petroso, Linares,
la ermita de San Esteban,
Nuestra Señora la Blanca...?
apenas reliquias quedan.
El agua sigue su curso,
el viento muy lejos vuela...
Hoy las campanas al viento
están repicando a fiesta
por San Miguel el Glorioso
(no el tramposo de las rentas).
Tras una misa solemne
a la puerta de la iglesia
al santo y autoridades
los danzadores esperan
y con un baile y un brindis
la procesión ya comienza.
Y se lleva a San Miguel
sobre unas andas repletas
de los productos del campo
y la fruta de las huertas.
Tamboril, pito, dulzaina,
con ritmo alegre resuenan
y estallido de cohetes
el aire más limpio pueblan.
El estandarte y la cruz
dirigen las cinco ofrendas,
¡qué tradición tan hermosa!,
¡qué devoción más sincera,
en este pueblo cristiano
que es grande por sus creencias!
Después vendrá la alegría:
juegos, bolos y verbena,
para festejar al santo
como el pueblo lo celebra,
a San Miguel en el pecho
con mucho fervor veneran.
En la corte celestial
San Miguel Arcángel era
capitán de la milicia
que a Luzbel un día venciera,
(con una espada en la mano
la iglesia lo representa).
Que san Miguel os bendiga
y su ejemplo nos de fuerza
para ser buenos cristianos
y llenar nuestra existencia
con el primer mandamiento
que Jesús un día nos diera:
"Amar a Dios y al hermano".
Amor es agua que riega
y esponja los corazones
como aquellas monjas buenas
¡hace mil doscientos años!...
como el agua de las huertas,
como el agua del Bautismo
manantial de vida eterna…
Vivir sólo es caminar
cantaba dulce el poeta,
un dolor en el costado
y una ilusión siempre nueva
hasta la meta final,
cuando acaba la carrera
que partiendo de la cuna
nos lleva hasta las estrellas.
Que todos seáis luceros
en el cielo y en la tierra.
Queridos hermanos todos
bienvenidos a la fiesta.