Crescencio, con la intención de que se mantenga vivo en el recuerdo de los sanmigueleños y no se olvide cómo había sido la vida en el pueblo, empezó a construir en madera utensilios y aperos de labranza, el molino y la fragua, herramientas, máquinas agrícolas: veldadora, trilladora, cosechadora,... y juguetes.
Con una técnica muy sencilla y material al alcance de cualquiera: un cuchillo, tablillas de las cajas de fruta, gomas elásticas, restos de juguetes y, sobre todo, mucha imaginación, ilusión e ingenio fue creando numerosos juguetes mecánicos: sus maquinitas. Maquinitas o, mejor dicho, pequeñas obras de arte que, bien a mano o con unas pilas y un motorcillo, pueden funcionar perfectamente.
Con el tiempo fue ampliando poco a poco su colección y reproduciendo más maquinitas y aparatos articulados: una máquina de tren, la sierra mecánica, un telar, el primer barco que anduvo sin velas, un helicoptero, la máquina de coser y un largo etc., que superan las 200 piezas.
En San Miguel se conserrva su taller de manualidades con las máquinas, aparatos articulados y juguetes artesanos que Crescencio fue construyendo a lo largo de muchos años. En el taller-exposición se puede ver como los aparatos cobran vida y como funcionan máquinas agrícolas o industriales, hoy en desuso, que sirve de enseñanza para los más jóvenes y recuerdo para los mayores.
Varias piezas de la colección están cedidas y expuestas en el Centro de Interpretación y Museo Etnográfico de San Miguel, entre ellas una de las más entrañables: la iglesia del antiguo monasterio de monjas, hecha a escala y desmontable, de tal forma que retirando el techo se puede ver hasta el más mínimo detalle del interior de las distintas estancias como él las recordaba cuando era niño.
Crescencio Manso nos dejó el 29/08/2012, pero su obra sigue viva.