La Villa de Belorado conserva un derecho con sabor feudal, que se conoce como "el Somo".
El Somo es el derecho a meter el ganado en el término municipal de Espinosa del Monte cuando se le antoje para llevarlo a beber al río Tirón. Costumbre que, con el paso de los años, se está perdiendo.
Un día al año, el jueves antes de Pascua, los representantes del Ayuntamiento de Belorado: alcalde, secretario y alguaciles, a veces incluso el cura, el maestro y demás fuerzas vivas del pueblo, partían a caballo desde la Villa hacia Espinosa.
A su llegada, los de Espinosa les invitaban a desayunar buen jamón serrano con vino clarete fresco. Después oían la tradicional misa, por la que se pagaba al cura dos velas, una libra de chocolate y le invitaban a comer. A continuación bajaban al río, donde esperaba la vacada de Belorado, traida por los pastores para la celebración del acto.Ante los dos ayuntamientos, la vacada con el toro al frente, que ese día él también tenía derecho a cubrir a las vacas de los pueblos circundantes, entraba en el río y bebía de sus aguas.
Esta visita anual o acto de presencia de la corporación beliforana servía para renovar el usufructo y, una vez confirmado el derecho, los representantes de ambos municipios y los invitados se reunían a comer en Espinosa del Monte.
A media tarde cogían de nuevo los caballos para dirigirse por el monte a Villagalijo, donde Belorado tenía que despachar otros derechos de origen similar. Villagalijo le daba 30 reales al Ayuntamiento y 16 a cada guarda para que, en caso de que algún ganado del pueblo se escapase para el de la Villa, fuesen benignos con la multa. Seguidamente les ofrecían a todos pastas y licores, mientras la gente se divertía en animado baile para celebrar la visita.
De nuevo a cabalgar, ahora por carretera, hasta la venta de Ezquerra. En Ezquerra no pedían nada a cambio del convite, que por tradición tenía que servirlo el último casado del pueblo.
Y de aquí a San Miguel de Pedroso, donde, después de la correspondiente cabalgada, les ofrecían a los de la comitiva una especie de ponche de huevos batidos y aguardiente a partes iguales y otras cosas que mantienen en secreto. Los sanmigueleños tampoco pedían favor alguno y lo hacían sólo por corresponder a la visita.
Antes de anochecer salían de San Miguel camino de Belorado y en las inmediaciones de la Villa, antes de entrar, se ponían "de tres en fondo" para dar un porte más triunfal al grupo, que daba una vuelta completa a la Plaza Mayor antes de descabalgar.